Lamento por una Patria clavada en el corazón.
Que se muera tu aire, caliente y húmedo,
asfixiado por el frío.
Que se muera tu cielo azul de cielo
y se convierta en noche azul marina.
Que se mueran tus playas enamoradas de tu tierra.
Que se mueran tus montañas. Que se mueran.
Muere Borikén. Lo que jamás soñó el taíno.
Y lo que soñó el esclavo negro
seguirá siendo un esclavo sueño.
Muere San Juan Bautista,
voz del que una vez vivió sin miedo,
y entrega tu cabeza en bandeja de plata.
Que se desangren tus ríos y se mueran de sed tus cauces.
Muere, que eres puerto sumido en la miseria.
¡Muere!
Que no vuelen tus aves.
Que no canten tus gallos.
Que no oiga tu gente mientras hablan los autos.
Que vivan todas esas estrellas que no te pertenecen
y que te desposean de la única luz que siempre te ha alumbrado.
¡Muere!
Que se llene tu tierra de árboles caídos
y sobre tu cabeza arrojen un bálsamo de piedras.
Has cavado bien tu tumba en una maldita jungla de cemento
y un extraño cincelará la lápida de todo un pueblo.
Pero, ¿podrá el gigante clavar la tapa sobre el féretro?
Como un cordero te han llevado al matadero.
¡Muere!
Que se mueran las caricias de tus madres.
Que se mueran los abrazos de tus padres.
Que se muera el juego de tus hijos
y que viva el tiempo muerto de tus venas.
¡Muere!
Que un día todos los que mueren
resucitarán.
cspellot 2005