Bueno, primeramente debo admitir mi cinismo ante el proyecto de la peseta boricua. Realmente me descalifica para comentar con seriedad acerca del asunto, pero lo intentaré de todos modos.
Si el gobierno federal aprueba el proyecto de la peseta boricua, encabezado por el comisionado residente en Washington, Luis Fortuño, mi hipótesis es que la mitad de la población puertorriqueña se cantará irónicamente de verdaderos americanos (estadounidenses). Claro, la mitad de los puertorriqueños hace años que se considera verdaderos americanos (estadounidenses), peseta boricua o no. Una peseta boricua será vista por muchos de mis compatriotas como un peldaño más alcanzado en el escalafón que nos llevará a la concretización del sueño americano puertorriqueño de la estadidad. Y es muy triste querer que la moneda de una nación que solamente nos reconoce como territorio (léase colonia) se revista de emblemas netamente puertorriqueños como el coquí, la garita y la cotorra para llenar a los puertorriqueños de falsas esperanzas.
Por otro lado, el proyecto por lo menos hará que el tema de Puerto Rico y el de los territorios estadounidenses en general se discuta en el foro del gobierno federal y eso nunca hay que lamentarlo aunque en mi opinión no hay que mantener las esperanzas muy en alto. Los políticos norteamericanos han demostrado históricamente que mantener el status quo en Puerto Rico les conviene. Como dicen en inglés, "If it works don't fix it." Es demasiado pedirle a personas ajenas a nuestra realidad puertorriqueña cotidiana que nos resuelvan el "pequeño" problema de qué es lo que queremos ser si nosotros mismos no lo sabemos. Y el no saberlo es el amargo fruto de la realidad del colonizado.
A fin de cuentas, ¿quién gana con el proyecto de la peseta boricua? Sin cinismo alguno, ¡los coleccionistas de monedas!