Todos los pueblos tienen fiestas que forman parte de su idiosincrasia y cultura; fiestas que distinguen a cada pueblo entre sí. Un ejemplo claro lo son las Fiestas de San Fermín en Pamplona, España, con sus temidas corridas de toros cada verano del año. Hace unos días recordamos junto a nuestros hermanos mexicanos la famosa celebración del Cinco de Mayo, la gran batalla de Puebla que es un orgullo para la historia de México.
Muchos países en toda América tienen algunas de estas fiestas en común. Por ejemplo, justo antes del Miércoles de Ceniza y la Cuaresma muchos países celebran los famosos carnavales siendo el más famoso el Carnaval de Río de Janeiro en Brasil. Muchas fiestas particulares giran alrededor de los santos de cada región. Las fiestas patronales de cada pueblo se realizan en nombre del santo patrón del pueblo o región en cuestión y por ende, aunque la celebración no tenga evidencia de ser una festividad religiosa no hay duda de que el origen es obviamente religioso.
Otro tipo de fiestas son las de la independencia de cada país. Aquí en los Estados Unidos, el 4 de julio es un día de fiesta que se celebra en grande cada año. Costa Rica y su 15 de septiembre, Ecuador y su 24 de mayo, El Salvador y su 15 de septiembre, México y su 15 de septiembre, Perú y su 28 de julio. Honduras y su 15 de septiembre. Estas fiestas de independencia tienen la particularidad de que proclaman el nacimiento de un nuevo estado soberano. Marcan un punto en la historia que ellos reclaman como único.
El pueblo de Israel también tenía, y aún hoy día tiene, sus fiestas que lo distinguen como pueblo judío. Israel tenía tres fiestas instituidas y ordenadas por Dios como fiestas solemnes para su pueblo.
La primera de estas fiestas lo era la de la Pascua, que marcaba la redención de Israel de su esclavitud en Egipto. La segunda fiesta que Dios instituyó para los judíos fue la Fiesta de la Cosecha o de las Semanas. En la que se le agradecía a Dios una cosecha de trigo fructífera. Se le conocía como la fiesta de las Semanas porque ocurría siete semanas exactas después de la Pascua. Se celebraba justo en el día cincuenta después de la Pascua. De ahí que también se conozca como Pentecostés, que significa quincuagésimo o cincuenta. La tercera fiesta era la de los Tabernáculos, que también celebraba la cosecha de los granos y las uvas por siete días consecutivos.
La lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles para hoy tiene lugar en la segunda fiesta solemne de Israel, la Fiesta de Pentecostés.
El pasaje nos dice que “cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar”. Esto responde a que Cristo les había ordenado a los discípulos que no se fueran de Jerusalén hasta que se cumpliera la promesa del Padre de enviarles el Espíritu Santo. No solamente se encontraban físicamente en el mismo lugar sino que también estaban en el mismo lugar espiritualmente. Todos los discípulos, unos ciento veinte, se hallaban orando en unanimidad, en un mismo sentir, en un mismo espíritu. Jesucristo se había ido al cielo como él les dijo que haría. Los discípulos no solamente reflejan una actitud de obediencia a Cristo al no irse de Jerusalén una vez ido el Maestro sino que también reflejan una actitud de fidelidad a y perseverancia en Cristo.
La Palabra dice que “De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la casa donde estaban reunidos.” Estos hermanos estaban reunidos en oración y se llevan una gran sorpresa. Un fenómeno ocurre que ellos no estaban esperando. El viento es asociado en las Escrituras con la presencia del Espíritu Santo. Hace varios domingos atrás, el segundo domingo de Pascua para ser exactos, leíamos en el evangelio lo siguiente,
Al atardecer de aquel primer día de la semana, estando reunidos los discípulos a puerta cerrada por temor a los judíos, entró Jesús y, poniéndose en medio de ellos, los saludó. —¡La paz sea con ustedes! Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Al ver al Señor, los discípulos se alegraron. —¡La paz sea con ustedes! —repitió Jesús—. Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes. Acto seguido, sopló sobre ellos y les dijo: —Reciban el Espíritu Santo.
Si nos vamos al principio de la Biblia, el relato de la creación de los cielos y la tierra en Génesis 1 nos narra lo siguiente,
“Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra. La tierra era un caos total, las tinieblas cubrían el abismo, y el Espíritu de Dios iba y venía sobre la superficie de las aguas.”
Se nos da una imagen del Espíritu Santo como un viento que acariciaba las aguas. Al mismo comienzo de la creación la presencia del Espíritu Santo de Dios es patente, las Escrituras lo mencionan para que no nos quede lugar a dudas de la agencia creadora del Espíritu Santo cuando Dios comenzó a crear la tierra.
Pentecostés marca también el comienzo de la iglesia cristiana en Jerusalén. Podemos decir que Cristo comenzó la iglesia al escoger a los discípulos, pero no fue hasta que estos recibieron la promesa del Padre en Pentecostés que la iglesia encendió sus motores y se definió como una nueva institución sobre la faz de la tierra, una institución de carácter sobrenatural. Fíjense, hermanos, que la llegada del Espíritu Santo no ocurre sin los hermanos estar juntos, unánimes en la oración en un mismo lugar.
Si los hermanos en Jerusalén no hubiesen estado juntos y unánimes en la oración el comienzo de la iglesia habría sido quizás muy diferente. Si los hermanos hubiesen estado divididos entre sí la historia del comienzo de la iglesia sería otra. Pero hallamos que cuando el Espíritu Santo entró en el aposento alto donde todos los discípulos se encontraban reunidos los halló en unanimidad de corazón y espíritu.
Una de los obstáculos más grandes para que el Espíritu Santo obre en la iglesia que somos nosotros lo son las divisiones. Al poco tiempo de yo llegar aquí descubrí hermanos que querían causar divisiones en los ministerios hispanos aquí en Fairfax y en Falls Church. Con una campaña de chisme, murmuración y falso testimonio, estos hermanos en gran medida han logrado dividir a la iglesia. Hermanos que aparentaban tener como prioridad el interés de nuestra ministerio hispano en realidad tenían como interés su propia agenda y se han dedicado a buscar su propio bien en vez del bien de la iglesia de Cristo.
Una de las lecciones que nos enseñan los hermanos que recibieron el Espíritu Santo de Dios el Día de Pentecostés en el aposento alto es que para que el Espíritu Santo de Dios obre entre nosotros como un viento fuerte debe haber unidad entre nosotros. El chisme, la murmuración y el falso testimonio causan divisiones y las divisiones tienen la peculiar característica de crear más divisiones. Por eso Cristo en su oración por los discípulos oró al Padre,
"Padre celestial, dentro de poco ya no estaré en el mundo, pues voy a donde tú estás. Pero mis seguidores van a permanecer en este mundo. Por eso te pido que los cuides, y que uses el poder que me diste para que se mantengan unidos como tú y yo lo estamos.”
Esa oración se evidenció en el aposento alto justo antes de la llegada del Espíritu Santo.
Cuando llegó el Espíritu Santo a los creyentes en Jerusalén, la Palabra nos dice que,
“Se les aparecieron entonces unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.”
La manera de obrar del Espíritu de Dios es completamente extraordinaria y sobrenatural. Los hermanos que oraban en arameo, su lengua nativa. Sin embargo, de repente se hayan hablando en lenguas completamente diferentes a la propia. El Espíritu Santo de Dios hace lo inesperado. La palabra espíritu en la Biblia también significa aliento o soplo. Cuando la Palabra nos dice que todos fueron llenos del Espíritu Santo quiere decir que ellos se llenaron del aliento de Dios, de la vida de Dios, del lenguaje de Dios. Cuando estamos llenos del Espíritu de Dios, hermanos, hablamos las cosas de Dios. Procuramos dar a conocer sus misterios para que otros también puedan ser llenos de su Espíritu y Vida.
Pentecostés era el tipo de celebración a la que todos los judíos dispersos por todo el mundo conocido venían. Aun aquéllos que no sabían arameo porque habían crecido o se habían criado en otras partes del mundo conocido en donde no se hablaba arameo. Era una fiesta que reunía a toda la dispersión judía. Hechos, capítulo dos dice
“Estaban de visita en Jerusalén judíos piadosos, procedentes de todas las naciones de la tierra. Al oír aquel bullicio, se agolparon y quedaron todos pasmados porque cada uno los escuchaba hablar en su propio idioma.”
Pentecostés es la prueba de que Dios habla innumerables idiomas, incluyendo el español que en aquel entonces no existía. Lo sabemos porque hoy estamos aquí adorando a Dios en nuestra hermosa lengua española y no solo nos entendemos los unos a los otros sino que Dios nos entiende porque de él proviene lo que proclamamos hoy.
Cuando Dios hace algo lo hace en grande. La Palabra continua diciendo,
“Desconcertados y maravillados, decían: «¿No son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en su lengua materna? Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia cercanas a Cirene; visitantes llegados de Roma; judíos y *prosélitos; cretenses y árabes: ¡todos por igual los oímos proclamar en nuestra propia lengua las maravillas de Dios!» Desconcertados y perplejos, se preguntaban: «¿Qué quiere decir esto?» Otros se burlaban y decían: «Lo que pasa es que están borrachos.»
Para los visitantes de Jerusalén que se encontraban allí debido a la celebración de la Fiesta de Pentecostés, fue una gran sorpresa el escuchar el mensaje de Dios en su propio idioma más cuando era evidente que los que hablaban en lenguas según el Espíritu les daba a hablar no sabían esos idiomas. Sin embargo, siempre habrá personas que se dediquen a mofarse del Espíritu de Dios para su propio perjuicio.
Pentecostés marca el inicio de la iglesia cristiana. Es el evento que impulsa a los cristianos a lanzarse al mundo para esparcir lo que hemos recibido. Nosotros al tener un encuentro con el Espíritu de Dios nos convertimos en portavoces de las maravillas de Dios. El idioma de la fe cristiana se convirtió en un idioma internacional en Pentecostés. Aquí Dios esta deshaciendo lo que ocurrió en Babel cuando la tierra hablaba una misma lengua y las gentes comenzaron a construir una torre para llegar al cielo. Génesis capítulo once narra que Dios dividió a las gentes al confundir (la palabra Babel está relacionada con la palabra confundir en hebreo) sus idiomas entre sí para que desistieran de su idea de llegar al cielo por sus propias fuerzas. Es imposible llegar a Dios si Dios no llega a nosotros primero en un lenguaje que podemos entender. Por eso la importancia de lo que celebramos y observamos hoy en Pentecostés. Dios une otra vez a los pueblos bajo la lengua del mensaje del evangelio de Jesucristo en Pentecostés. Babel ya no existe más.
Por eso el apóstol Pedro tomo la palabra y dijo,
“«Compatriotas judíos y todos ustedes que están en Jerusalén, déjenme explicarles lo que sucede; presten atención a lo que les voy a decir. Éstos no están borrachos, como suponen ustedes. ¡Apenas son las nueve de la mañana! En realidad lo que pasa es lo que anunció el profeta Joel: »"Sucederá que en los últimos días —dice Dios—, derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano.
Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán, tendrán visiones los jóvenes
y sueños los ancianos. En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre mis siervos y mis siervas, y profetizarán. Arriba en el cielo y abajo en la tierra mostraré prodigios: sangre, fuego y nubes de humo.
El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre antes que llegue el día del Señor, día grande y esplendoroso. Y todo el que invoque el nombre del Señor
será salvo.”
Es muy sencillo lo que ocurre aquí. Dios se ha manifestado rompiendo toda barrera lingüística para que los que están lejos de él ahora puedan estar cerca. Dios ha cumplido su promesa de hacer maravillas por su Espíritu a través de todos aquellos que lo invocan de corazón. Ya la revelación de Dios no se limita a los judíos solamente, es para todo el mundo. Por eso ustedes entienden lo que se ha hablado aquí. Por medio de Jesucristo Dios ha mostrado su favor para con toda la tierra, no solamente un pueblo de la misma. Eso es Pentecostés. Pentecostés es esa actividad del Espíritu, que rompe clases sociales, que sobrepasa las razas y colores, y también los idiomas para impulsar a la iglesia a proclamar su mensaje con valor a todos con quienes entremos en contacto aquí Fairfax, en Falls Church y dondequiera que el Espíritu Santo nos envíe. Amén.