18.9.08

Ya los alcanzo

Predicación del 10 de agosto de 2008

El domingo pasado vimos como Cristo hizo de aquello que parecía insignificante y minúsculo algo inmenso. Vimos que la multiplicación de los cinco panes y dos peces resultaron en un milagro nunca antes visto que demostró que Cristo es Dios y que Dios tiene total dominio sobre lo creado. Nada de lo que Dios ha creado esta fuera de su influencia sean cinco panes y dos peces o el mar.


Cristo es el buen pastor. Luego de alimentar a la multitud, la despide con gran gentileza. Son miles de personas que muy bien pudieron haberse ido sin necesidad de ser despedidas. Sin lugar a dudas cada una de esas personas sabía el camino de regreso a su casa, pero Jesús decide tomar un acercamiento personal de manera que la multitud para él no es una gran masa de gente sino muchos y diferentes rostros que necesitan un toque especial del maestro antes de que regresar cada quien al lugar de donde vino. Jesús es personal no distante. A miles de personas las envío de regreso a casa con una bendición y un toque de la mano, el hombro, un abrazo o un beso. Nuestro Dios es un Dios personal; un Dios que se relaciona con las personas que el mismo creó. Y no sólo es un Dios que se relaciona individualmente con nosotros; él se relaciona con nosotros como su cuerpo, la Iglesia. Y en comunión con él también nos ayuda a relacionarnos unos con otros. Es lo que conocemos como la comunión de los santos que confesaremos en el Credo Niceno.


Mientras Cristo despide a la multitud les dice a sus discípulos que vayan delante de él al otro lado del lago. Cristo les dice, “Yo los alcanzo.” La lectura del Evangelio el domingo pasado comenzó con Jesús enterándose de la noticia de la muerte de Juan el Bautista, su primo. Una noticia muy dolorosa ante la que Cristo respondió con el deseo de estar a solas. Sabemos que en ese momento su deseo no se materializó.


Cristo encuentra esa oportunidad de estar a solas luego de despedir a sus discípulos y a la multitud. ¿Qué hace Cristo cuando está a solas? Él ora. Cristo ora cuando está a solas. Usa el tiempo solitario para buscar la compañía del Padre. Cuando Cristo está a solas, está en comunión directa con el Padre y también intercede por todos aquellos que él ama. Los momentos a solas son excelentes oportunidades para la oración. Podemos adorar a Dios, interceder por nosotros e interceder por otros. Cristo nos dio muchos ejemplos de su tiempo a solas. Siempre que estuvo a solas, oró. Es un gran ejemplo que la Palabra de Dios nos insta a imitar.


Mientras tanto nos cuenta el evangelio para hoy que los discípulos se hallaban en medio del lago atravesando una tormenta que se ha desatado en su contra. Con fuertes vientos contrarios a la dirección en que ellos quieren ir y una gran distancia antes de llegar a la orilla, los discípulos están en una situación muy precaria. De seguro que ellos aprovecharon la ocasión ¿adivinen para qué? ¿Para orar? Bueno, no exactamente. Los discípulos en medio de la tormenta hicieron lo que es natural para cualquiera hacer en medio de una tormenta—remar más fuerte, luchar más fuerte, maniobrar más fuerte porque pensamos que esa es la única manera de mantenernos a flote.


Los discípulos hicieron exactamente lo que nosotros hacemos cuando de repente la vida nos arroja en una fuerte tormenta, usar nuestro poder, nuestro ingenio y nuestros recursos para contrarrestar el poder de la tormenta. El problema es que nuestro poder, ingenio y recursos son limitados. De hecho, muy limitados, especialmente cuando no tenemos control de la situación que atravesamos aun si pensamos que podemos controlarla. De seguro que los discípulos pensaron en algún momento que podrían atravesar esa tormenta y llegar a salvo a la orilla. Pero en esta ocasión, la tormenta no tenía intenciones de ceder su ventaja y estaba haciendo todo lo que se supone que una tormenta que haga, hacerle la vida más difícil al que la atraviesa.


Siempre llega un momento en medio de las tormentas de la vida en que pensamos dos cosas, 1. que se acabará en algún momento dado o 2. que nunca se acabará. Es cierto que esos fenómenos atmosféricos que conocemos como tormentas no son eternos, pero sí son cíclicos. Se van por un tiempo para regresar al cabo de un tiempo indeterminado y muchas veces con más fuerza. Las tormentas de la vida suelen operar muchas veces de la misma manera. Son impredecibles. No sabemos cuando nos tocará atravesar la próxima. El evangelio nos cuenta que los discípulos tenían al viento en su contra cuando ya estaban bastante lejos de tierra. Es luego de haber hecho progreso en nuestra vida, cuando nos va bien o cuando al menos así lo parece que las dificultades se levantan para arrojarnos hacia atrás; para simplemente tratar de aniquilarnos. La rebelión de un hijo puede ser esa tormenta. También lo puede ser una enfermedad terminal completamente inesperada. Puede serlo un matrimonio en crisis, al borde del divorcio. Como también puede serlo la perdida de un empleo. Para un esposo puede serlo la pérdida de su esposa y viceversa. Para un pastor puede ser una iglesia falta de amor. Las tormentas de la vida son extensas y muy variadas.


¿Cómo afrontarlas entonces? ¿Nos quedamos de brazos cruzados y esperamos que la tormenta termine? ¿Podemos hacer algo en realidad? Aquí tenemos que recordar que Jesucristo le dijo a sus discípulos “vayan al otro lado, yo los alcanzo.” Las tormentas de nuestra vida sirven para probar y fortalecer nuestra fe en Dios. Nosotros los hijos de Dios, por mucho que nos parezca, no atravesamos tormentas completamente solos. Jesucristo nos dice como le dijo a sus discípulos “ya los alcanzo.” Nos podrá parecer que nuestro Señor se ha retrasado demasiado. Nos podrá parecer nuestro Señor no va a llegar al fin y al cabo. Pero si él dijo “ya los alcanzo” es mejor esperarlo. A nuestro juicio Cristo llegará tarde o temprano, pero a Su juicio, Cristo llegará en el momento preciso.


El evangelio nos enseña que Cristo llegó a los discípulos de una manera muy excepcional. Cristo llega a la barca caminando sobre las aguas. Al respecto, sólo quiero comentar lo obvio, Cristo puede caminar sobre el agua. El la creó y ella lo obedece. Nosotros no podemos caminar sobre el agua. La ley de gravedad entra en acción y el peso de nuestro cuerpo nos hace imposible que podamos caminar sobre ella ya que la tierra nos atrae a su centro.


Pero el hecho de Pedro pudo caminar sobre las aguas cuando le pidió a Cristo que le permitiera ir adonde él demuestra que Cristo tiene poder sobre las aguas y la tormenta aun cuando la tormenta no haya terminado. Pedro caminó sobre las aguas cuando Cristo le dijo “Ven”. Pero ese mismo Pedro se hundió, como nos hundimos todos, cuando dudó que Cristo tiene poder sobre la tormenta aun cuando la tormenta no se haya acabado. Hermanos, Cristo tiene poder sobre la tormenta aun cuando ésta no se haya acabado. El dijo “ya los alcanzo” y alcanzarnos significa que él estará con nosotros. Cuando Cristo está con nosotros lo demás no importa. Cualquier tormenta por muy grande que nos parezca es pequeña cuando tenemos la seguridad de que Cristo nos acompaña. “Ya los alcanzo” significa “yo estaré contigo”, significa refugio, seguridad, compañía, aliento, fortaleza y paz aun en medio de la tormenta porque Cristo determina cuando la tormenta comienza y cuando la tormenta se acaba. Tan pronto Cristo entró a la barca la tormenta se acabó.


Mis amados hermanos, no hay mayor seguridad para nosotros a medida que atravesamos las tormentas de la vida que Cristo nuestro Salvador esté en la barca de nuestra vida. Si el está significa que ya nos alcanzó. En Cristo podemos estar seguros aun en medio de la tormenta. Cuando él está el fin de la tormenta se acerca. Amén.

Otórganos, te suplicamos, oh Señor, el espíritu de pensar dddddy hacer siempre lo justo; para que nosotros, que sin ti no

podemos existir, seamos capaces, con tu ayuda, de vivir

según tu voluntad; por Jesucristo nuestro Señor, que vive

y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los

siglos de los siglos. Amén.


Ecos

Te dijeron que la lluvia no caería en tu hiel,

El acero de tu alma evaporaría sus caricias tristes.

Impune aferrado a tu sequía,

Latiendo tu desierto ecos moribundos

De una voluntad que se cree eterna.


¡Eterna es tu sombra!

cspellot 2008

13.9.08

Dead

Am I dead? Am I dead, oh Lord?

Then I need you not to save me

Not to heal me

But to raise me from the dead!

You are the source of life. You are.

I walk living dead emphasizing living

But death cannot be pretended

It’s the domain where You are not.

Can I grab you Lord with my bare hands?

Can I stretch you in my arms?

To listen to your words as if I could touch them

To see you, Lord, to see you smile

And say all is well because you are there

Here with me in the valley, in the shadow and in death

Here with me.

cspellot 2008