20.3.15

El héroe silencioso

Tal vez no resulte tan obvio para mis hermanos y hermanas que asisten a la Comunidad Hispana en Truro, pero como el pastor de una iglesia pequeña siempre estoy pendiente de quién llega y quién no cada domingo a la iglesia. Es siempre más fácil enfocarse en los que no llegan por la sencilla razón de que uno piensa más en la diferencia que habrían hecho en la asistencia dominical si hubiesen llegado. “¿Dónde están mis hermanos? ¿Por qué no están aquí?” me pregunto cuando ha comenzado el servicio y tengo más bancos vacíos en la iglesia que personas presentes.

Esta Cuaresma comencé a fijarme más en los que llegan que en los que no. No puedes controlar las ausencias así como tampoco puedes controlar quien llega, pero la presencia de mis hermanos es un fuerte testimonio de la gracia de Dios en medio nuestro. “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre…” No siempre llegan los mismos, pero lo importante es que llegan. Como pastor, me bendice enormemente tener a mis hermanos y hermanas conmigo adorando a nuestro Señor como el cuerpo que somos, la Iglesia de Cristo.

Dentro de este pequeño grupo de personas que ha llegado a la iglesia cada domingo de Cuaresma, he notado a un hermano en particular. Su nombre es Juan. Hace años que Juan viene a la Comunidad Hispana con su familia. He tenido la bendición de bautizar a dos de sus tres hijos. Su hija menor, Galicia, apenas ha cumplido un año de edad. Galicia aún no camina así que Juan viene a la iglesia trayéndola en su cómodo asiento para bebés. Durante la Santa Comunión, Juan se acerca al altar con Galicia en sus brazos para recibir el Sacramento y procurar la bendición de su hijita de manos del pastor.

Esta es la rara escena que me ha bendecido capturando mi atención varios domingos de esta Cuaresma - un padre que mientras el resto de su familia está ocupado en otros menesteres, viene a la iglesia acompañado de su pequeña Galicia. Pareciera ser insignificante lo que hace Juan, pero no lo es de ningún modo. Las iglesias hoy día, de cualquier tradición que sean, tienen como promedio a más mujeres que hombres. Si hay niños en la iglesia que no vienen con papá y mamá juntos, vienen en su mayoría con mamá. Así que el simple hecho de que Juan venga a la iglesia con su hijita es muy notable porque por lo general el padre de una bebé de apenas un año de nacida no se aventuraría a salir solo con ella y mucho menos a una iglesia en donde la niña puede de repente, sin aviso alguno, irrumpir en canto, quiero decir, llanto. Y no hablemos de tener que bañarla, vestirla y darle de comer antes de colocarla en su asiento para bebés y asegurarla en el carro para salir a la iglesia el domingo en la mañana para poder llegar lo más temprano posible a adorar al Señor.

Las madres tienden a afrontar estas situaciones embarazosas con el asombroso aplomo maternal que las caracteriza, pero un padre no tiene los instintos (muy bien podría usarse otra palabra aquí) necesarios para encarar semejante mortificación. Si se encuentran los dos padres juntos y la bebé comienza a llorar sin consuelo en los brazos de su padre, ¿cuál creen ustedes que es la reacción casi automática del padre? No hay que pensarlo mucho; en fracción de segundos y de manera olímpica mamá recibirá el alborotoso batón de parte de papá.

Sin embargo, en los domingos de Cuaresma que Juan y Galicia, padre e hija, han venido a la iglesia juntos no recuerdo haber escuchado a Galicia llorar ni una sola vez. Siempre que la veo está despierta, observándolo todo y muy tranquila. De seguro que a pesar de que Galicia no logre tener a estas alturas de su vida un recuerdo a largo plazo de las salidas a la iglesia con papá, Dios les está regalando a ambos, especialmente a papá, un recuerdo sin precio. ¿Cuántos niños pueden decir con frecuencia que fueron a la iglesia porque los llevó papá? ¿Cuántos padres pueden decir que sus hijos vienen a la iglesia porque los llevó él? Lamentablemente, esa es más la excepción que la norma.

Por eso, si me propusiera buscar un héroe para la Cuaresma, alguien a quien emular, tendría que admitir que ya lo he encontrado. Su nombre es Juan. Tengo que preguntarme ¿qué lo motiva a venir a la iglesia un domingo temprano en la mañana cuando tantos otros padres se preparan no para ir a la iglesia sino al parque, la playa o simplemente prefieren quedarse durmiendo, en algunos casos a pesar del pedido de sus hijos de traerlos a la iglesia? Si no fuera su amor a Dios sería difícil dar una razón que tenga sentido.

¿Quién diría que este tipo de héroes existe?

Así que un padre y su hijita que ni siquiera sabe que estamos en Cuaresma han sido mi bendición en esta época de introspección y examinación. Se requiere autonegación para decirle sí a Cristo y no a nuestros deseos - ese es el mensaje de la Cuaresma. Se requiere disposición para cargar nuestra cruz y seguirlo día a día - ese es el mensaje de la Cuaresma. Se requiere prestar mucha atención y guardar silencio más allá de lo acostumbrado para darnos cuenta de que Dios nos habla de maneras sutiles y nos muestra su bondad en momentos aparentemente ordinarios, pero nada es ordinario acerca de su bondad.

Un héroe silencioso me ha llevado a esta meditación cuaresmal y doy gracias a Dios tanto por él como por los que son como él. Hoy más que nunca es este el tipo de héroes que necesitamos. Son héroes con una visión del reino de los cielos. De seguro que si estuviéramos en tiempos de Jesús, entre los padres que trajeron a sus niños para ser bendecidos por él encontraríamos a Juan.

4.3.15

What's your ring?

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Frodo and the One Ring
Recently (Lent had already begun), my youngest son spent some time with me in my office at church. Fortunately, I have so much stuff in my office to entertain him that i didn't have to pay much attention to him. Whenever he needed help solving one of the many mysteries he was uncovering I'd help him. Like when he discovered my former "office chair" - a gigantic bouncy ball I had deflated and put back in its box because I had reached my bouncing quotas for a non-traditional office chair. Of course, he took it out and spent all that ever-flowing energy inflating it again.

Once that mission had been accomplished and still armed with time on his hands to look at everything he could, there came a point when he called my attention to my old copy of The Lord of the Rings sitting on one of my shelves. I must confess I had forgotten about it. He asked me why I had bought one of his brothers the book just a few weeks back when I already had a copy. All I could answer was, "Son, I forgot it was here."

That copy of LOTR is of sentimental value to me. It had been lying around the house for the longest time until I realized I had to actually remove it from utter destruction. My boys would have made sure of that. I took the different separate parts (it had come to that) and put them back into a coherent whole and brought it to my office. The book had been thoroughly read and used. Its spine had been cracked in more than a few spots. This paperback copy lived in that hallowed level of existence that describes a once been brand new book turned into the envy of books never cracked open.

I bought my copy of LOTR at Barnes and Noble in Valencia, California, a few months before the first installment of the Peter Jackson movies came out in 2001. I read the book throughout the course of the three years that it took for all movies to come out finishing shortly after The Return of the King in 2003.

For some reason the book caught my attention once my office invading son made me lay eyes on it. I asked him to take it off the shelf and give it to me. Embracing my inability to stay focus on the task at hand, I started scanning the book and came across many sections I had highlighted early on in my reading many years ago. When I got to chapter two, Book 1 of The Fellowship of the Ring, my eyes stopped scanning and started reading again. Chapter 2 is titled The Shadow of the Past. It contains a striking dialogue between Gandalf, who had just come back to the Shire for a visit, and Frodo concerning the ring. I'll quote that part of the dialogue here,
'How long have you known this?' asked Frodo at length. 'And how much did Bilbo know?'

'Bilbo knew no more that he told you, I am sure,´ said Gandalf. ´He would certainly never have passed on to you anything that he thought would be a danger, even though I promised to look after you. He thought the ring was very beautiful, and very useful at need; and if anything was wrong or queer, it was himself. He said it was "growing on his mind", and he was always worrying about it; but he did not suspect that the ring itself was to blame. Though he had found out that the thing needed looking after it did not seem always of the same size or weight; it shrank or expanded in an odd way and might suddenly slip off a finger where it had been tight.´
'Yes, he warned me of that in his last letter,' said Frodo, 'so I have always kept it on its chain.'

'Very wise,' said Gandalf. 'But as for his long life, Bilbo never connected it with the ring at all. He took all the credit for that to himself, and he was very proud of it. Though he was getting restless and uneasy. Thin and stretched he said. A sign that the ring was getting control.' P. 46, 1994.
Ah, control. What a lovely word. Especially now during Lent when we do our best to let go of things we consider having too much control over us. I think it was God´s grace in the form of a nine year old that drove me to the text from the LOTR quoted above. Precisely because we all struggle, like Bilbo and eventually Frodo, with letting go, relinquishing control is an excruciating endeavor for most of us. And then comes Lent to remind us precisely that we need to let go even more. Don't get me wrong. I thank God for Lent. It is one of my favorite seasons in the church year, but not for the reasons one might think. I relish the opportunity and welcome the call to self-examination and repentance that Lent invites me into. I thank God for his free gift of the Holy Spirit to work continually in me to make me into the image of his Son Jesus Christ. I am humbled by his superabundant grace when I know I come up short, particularly since I'm not good at keeping the disciplines I eagerly set out to keep during the season.

It´s not the drastic, cataclysmic things in our lives that usually gain control over us, although they may. It´s the small continual things that seep through the tiny cracks in our souls without us noticing them over time. As Gandalf noted to Frodo regarding Bilbo and his beautiful ring, 'A sign that the ring was getting control.' This "getting control" happened over a lifetime. Think about it. Bilbo credited his longer than usual lifespan to anything and everything save the ring. The paradox is that the real cause for the length of his life was actually the thing that was ultimately destroying it. The only thing that saved Bilbo's life was relinquishing the ring, the thing he loved the most. The only way he did it was by actually going as far away from it as he could. He left for a safe place, his refuge became the House of Elrond in elven country.

It is always a struggle to challenge those things deeply rooted in our souls which we know we have to uproot. Sometimes it's way easier to let them alone, undisturbed. But the question is "Can we afford not to disturb them?" Lent is a continual calling not just for a season but for a lifetime to disturb those things in us that have become cozily settled gaining control over us without paying attention to what's happening to us in the process. We need to be unsettled this Lent and always because we are on a collision course with the most unsettling event in the history of humanity, the Crucifixion - the war to end all wars, the death to end all deaths. Will we be ready when we get there?

May God grant us grace to allow ourselves to be unsettled, shaken from the bounds of fictional control unto the spiritual and physical reality where it is the Holy Spirit of God the one who actually holds the reigns of our lives and calls all the shots making us truly free. God who delights in being merciful may send some unsuspecting nine year old to help us in the process. So whatever they maybe, Lord grant us the strength to take our rings of power off.