En un día de verano, tres hermanos fueron al parque con su Papá. Pocas cosas son tan divertidas como ir al parque en un día de verano.
Allí hicieron de todo. Corrieron, brincaron, cavaron hoyos en la arena, los llenaron con agua, se columpiaron, bajaron por las chorreras, cruzaron las barras e hicieron castillos de arena.
Después de un buen rato en el parque, estaban todo sudados ya que los días de verano suelen ser muy calurosos.
De repente, escucharon a Papá decir desde lejos, “¡Agua, chicos!”
Así que los tres hermanos corrieron hacia él para tomar agua. ¡Qué refrescante es tomar agua cuando hace calor!
Pero mientras tomaban agua, notaron algo... ¡No habían nubes en el cielo!
“Papá, ¿dónde están las nubes?”, ellos preguntaron. Pero Papá, que no se había dado cuenta de que no habían nubes en el cielo, se encogió de hombros y les dijo que no sabía.
Así que todos comenzaron a llamar a las nubes cada vez más alto. “!Nubes!” “¡Nuuubes!” “¡NUUUUUUBEEES!”
Todos llamaron... y llamaron... y llamaron a las nubes, pero las nubes no oyeron.
Ni modo. Después de todo estaban en el parque, así que luego de tomar agua dijeron, “¡Vámonos a jugar!”
Se divirtieron muchísimo por otro buen rato y entonces se fueron a casa sin tan siquiera una nube en el cielo. En realidad, el cielo se veía muy bonito sin ellas.
Cuando llegaron a casa, se bañaron y se sentaron a la mesa para cenar. Mamá había cocinado una deliciosa cena para todos. Dieron gracias y a comer. ¡Riiiico!
“Chicos, parece que las nubes nos escucharon al fin y al cabo. Miren al cielo”, les dijo.
¡Qué sorpresa! “¡Nos escucharon, Papá, las nubes nos escucharon!”, dijeron los tres hermanos mirando al cielo muy emocionados.
Allí estaban todas las nubes moviéndose hacia ellos y sonriéndoles. El cielo se veía aún más bonito con ellas en el atardecer de un caluroso día de verano.