Difícilmente, el hombre humilde exaltará las virtudes de su humildad. Él no piensa en el hecho de que es humilde – ni teoriza acerca de ni contempla la humildad en sí misma; él sabe que la humildad es sangre, carne y hueso. Una vez que éstas mueren, la humildad deja de existir.
Nadie reconoce la humildad en acción como el humilde, con la posible excepción del hombre orgulloso. Desearía poder decir que la humildad y el orgullo son dos caras de la misma moneda, pero ellas pertenecen del todo a diferentes monedas. Para el hombre humilde, un encuentro con el orgullo es una experiencia perturbadora. Él se pregunta de inmediato cómo puede alguien vivir con un concepto tan exacerbado de sí mismo. Para el orgulloso, un encuentro con el orgullo no es más que una competencia a ser ganada a toda costa.
El orgulloso, si tiene algo de honestidad, está demasiado consciente de la humildad como una virtud deseable debido a la omnipresente ausencia de ésta en él. Él sabe lo que debiera ser y no es. El humilde no puede pretender humildad, pero el que resiste su orgullo tiene que pretender, al menos, que no es orgulloso. Esta pretensión es uno de los ejercicios más tétricos jamás realizados.
Hardly, the humble man will extol the virtues of his humility. He gives no thought to the fact that he is humble – he neither theorizes about nor contemplates humility for its own sake; he knows humility is blood, flesh and bones. Once these die, humility exists no more.
No one recognizes humility in action like the humble, save perhaps the proud man. I wish I could say humility and pride are two sides of the same coin, but they belong in different coins altogether. For the humble man, an encounter with pride is a disturbing experience. He wonders at once how can anyone live with such an exacerbated concept of the self. To the proud, an encounter with pride in nothing short of a contest to be won at all costs.
The proud, when acquainted with honesty, is all too aware of humility as a desirable virtue due to its omnipresent absence in him. He knows what he ought to be and is not. The humble cannot pretend humility, but the one resisting his pride has to pretend he is not proud, at least. This pretension is one of the most pitiful exercises ever made.