29.10.08

Un legado que perdura


Sin lugar a dudas, el nacimiento de un niño es un evento sumamente importante y de mucha alegría para los padres, familiares y amigos. Sin embargo, a pesar de la alegría que provoca el nacimiento del bebé es muy poco lo que podemos saber del mismo a parte de que se parece a uno o ambos de los padres. Podemos predecir también que un recién nacido comerá mucho, dormirá mucho, llorará mucho y ensuciará muchos pañales y lo por lo tanto habrá que cambiarlo mucho también. Si Dios nos bendice con un niño o niña saludable, eso es todo lo que podemos esperar. Con el paso del tiempo y los años tendremos una mejor idea de la personalidad y carácter del niño, pero inmediatamente después de su nacimiento sabemos muy poco.

Es un caso distinto cuando una persona muere luego de una larga vida. Después de muchos años de vida, la muerte deja un gran vacío en una familia, en unos amigos y hasta en toda una comunidad, pueblo o nación. Ese es el caso de un esposo o una esposa que se ha dedicado en cuerpo, alma y corazón a su cónyuge. Ese es el caso de un padre o una madre que de igual manera y con igual dedicación ha procurado el bienestar de sus hijos. También un gran amigo que se ha sacrificado por nosotros es alguien que dejará un vacío en nuestras vidas que como bien dice la famosa canción de Alberto Cortés “no lo puede llenar la llegada de otro amigo”. Personas que han tenido influencia para bien en nuestras vidas, en nuestras familias y aun en pueblos enteros son personas cuya muerte nos causará mucho dolor. La muerte de una persona así es considerada una pérdida irremplazable.

Moisés fue ese tipo de persona para el pueblo de Israel. Moisés escribió los primeros cinco libros de la Biblia, Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Cuatro de esos libros narran la especial relación de Dios con Moisés desde su nacimiento al comienzo del libro de Éxodo cuando leemos que

Hubo un levita que tomó por esposa a una mujer de su propia tribu. La mujer quedó embarazada y tuvo un hijo, y al verlo tan hermoso lo escondió durante tres meses. Cuando ya no pudo seguir ocultándolo, preparó una cesta de papiro, la embadurnó con brea y asfalto y, poniendo en ella al niño, fue a dejar la cesta entre los juncos que había a la orilla del Nilo. […] De pronto la hija del faraón vio la cesta entre los juncos, y ordenó a una de sus esclavas que fuera por ella. Cuando la hija del faraón abrió la cesta y vio allí dentro un niño que lloraba, le tuvo compasión, pero aclaró que se trataba de un niño hebreo. La hermana del niño preguntó entonces a la hija del faraón:
—¿Quiere usted que vaya y llame a una nodriza hebrea, para que críe al niño por usted?
—Ve a llamarla —contestó. La muchacha fue y trajo a la madre del niño, y la hija del faraón le dijo: —Llévate a este niño y críamelo. Yo te pagaré por hacerlo.
Fue así como la madre del niño se lo llevó y lo crió. Ya crecido el niño, se lo llevó a la hija del faraón, y ella lo adoptó como hijo suyo; además, le puso por *nombre Moisés, pues dijo: «¡Yo lo saqué del río!»

hasta su muerte en la primera lectura que tuvimos para hoy en donde leemos que Dios le dice a Moisés luego de mostrarle la tierra prometida desde la cima del Monte Pisga,

“Éste es el territorio que juré a Abraham, Isaac y Jacob que daría a sus descendientes. Te he permitido verlo con tus propios ojos, pero no podrás entrar en él.” Allí en Moab murió Moisés, siervo del Señor, tal como el Señor se lo había dicho. Y fue sepultado en Moab, en el valle que está frente a Bet Peor, pero hasta la fecha nadie sabe dónde está su sepultura.
Moisés tenía ciento veinte años de edad cuando murió. Con todo, no se había debilitado su vista ni había perdido su vigor. Durante treinta días los israelitas lloraron a Moisés en las llanuras de Moab, guardando así el tiempo de luto acostumbrado.

Moisés dejó un gran vacío en la vida del pueblo de Israel cuando subió al monte para nunca más bajar. El estuvo con Israel durante una etapa formativa de ese pueblo, pero los cuarenta años en el desierto no solamente formaron al pueblo sino que también formaron al líder.

A manera de repaso podemos decir de Moisés que Dios protegió su vida al ser encontrado por la sierva de la hija del faraón en el río Nilo. Creció en la corte del faraón. Huyó de Egipto a la tierra de Madián y se convirtió en pastor de ovejas. Tuvo un encuentro con Dios en un arbusto ardiente. Fue enviado por Dios ante el faraón y le exigió la libertad de los israelitas. Cruzó el Mar Rojo con los israelitas. Recibió los Diez Mandamientos en el Monte Sinaí. Dirigió a Israel por cuarenta años en el desierto. Murió a la edad de ciento veinte años.

Un detalle importante que la lectura de Deuteronomio menciona es que Dios le permitió ver la tierra prometida a Moisés pero no lo dejó entrar en ella. ¿Por qué razón Dios no le permitió a Moisés entrar con Israel a la tierra que les había prometido? Muchos años después de haber salido de Egipto los israelitas llegaron a Horeb y se quejaron de tener sed y protestaron contra Dios y Moisés. Dios le dijo a Moisés que le hablara a una roca allí en Horeb para que brotara agua de la misma. Moisés debía hacer esto delante de todo el pueblo. En vez de hablarle a la roca, Moisés golpeó la roca y brotó agua de la misma. (Números 20:1-13) Dios se enojó contra Moisés por haberlo desobedecido y no haber santificado su nombre ante Israel. Su castigo fue que no entraría con Israel a la tierra por no haber hecho como el Señor le indicó.

Durante su vida Moisés tuvo cuidado de hacer todo lo que Dios le ordenaba, pero un solo momento de rencor lo hizo obedecer más sus impulsos que a la voz de Dios. Aunque él gozaba de una relación privilegiada con Dios y aunque procuró hacer todo lo que Dios le dijo tuvo sus fallas. Todos fallamos en un momento u otro. Muchos de nosotros fallamos más de lo que quisiéramos y lo sabemos. ¿Qué hizo Moisés luego de que Dios le dictara las consecuencias de pecado? Tuvo que aceptar que Dios es un Dios santo cuya voz debe ser escuchada antes que nuestra propia voz.

Moisés fue un gran líder y, a pesar de que sufrió tremendamente a causa de un pueblo a menudo ingrato y muchas veces desobediente, permaneció fiel al llamado que Dios le hizo de dirigir a su pueblo. Dios mismo quiso en varias ocasiones borrar a Israel de la faz de la tierra y comenzar un pueblo nuevo con Moisés pero en cada ocasión Moisés intercedía a favor de Israel y le recordaba a Dios sus promesas a Abraham, Isaac y Jacob.

Hoy día vemos que muchos buscan sacar ventaja de su posición como líderes para su propia ganancia. Esta actitud la vemos en los políticos que desean nuestro voto para llegar al poder y lograr sus objetivos bajo el pretexto de procurar el bienestar del pueblo. Esta actitud la vemos en el empresario ejecutivo que lleno de avaricia procura llenar su propio bolsillo de cantidades obscenas de dinero sin importarle aquellos a quienes él muy bien pudiera ayudar gracias a su acomodada posición financiera. Moisés fue el tipo de líder antitético al modelo de líder que se promueve en Wall Street y en el mundo corporativo en donde primero soy yo, segundo soy yo y tercero soy yo.

Moisés es todo lo opuesto al político nuestro de cada día. Es precisamente porque él procuró cumplir con la agenda de Dios en favor de Israel que Moisés dejo un gran vacío muy difícil de llenar en su pueblo. Líderes como Moisés son los líderes que Dios busca hoy día. Estos son líderes que anteponen la misión de Dios a su propia misión y procuran genuinamente el bienestar de los que han sido puestos a su cargo.

El apóstol Pablo sabía tan bien como Moisés que anteponer el plan de Dios a sus planes le conllevaría aflicción y sufrimiento, pero Pablo estaba muy consciente de que lo que Dios quiere siempre es lo mejor para su pueblo. La Biblia esta llena de líderes que decidieron cumplir con sus planes cuando Dios les indicaba que cumplieran con los de él. Las consecuencias para tales líderes no fueron muy gratas y menciono a líderes de Israel como los reyes Saúl y Acab.

San Pablo dice lo siguiente cuando escribe a los tesalonicenses en la segunda lectura para hoy,

Nuestra predicación no se origina en el error ni en malas intenciones, ni procura engañar a nadie. Al contrario, hablamos como hombres a quienes Dios aprobó y les confió el evangelio: no tratamos de agradar a la gente sino a Dios, que examina nuestro corazón.

Es en efecto esa actitud de agradar a Dios lo que distinguió el liderato de Moisés y el de Pablo. El primer ítem en sus agendas era agradar a Dios antes que a los hombres y cumplir con Dios antes que con los hombres. Nuestra lectura de Deuteronomio termina de la siguiente manera (Deuteronomio 34:10-12). ¿Cuál es la motivación que nos guía a actuar como lo hacemos en nuestro diario vivir, en nuestros trabajos, en nuestras oficinas y en nuestro trato con nuestros semejantes? ¿Procuramos el honor de Dios o el de los hombres? ¿Qué hicieron Moisés y Pablo?

El honor de los hombres no perdura. Es como la hoja seca y sabemos en esta época de hojas secas lo que ocurre con ellas. Pero honrar a Dios y buscar su voluntad sí perdura y deja un legado para que otros puedan también seguir ese mismo ejemplo.

Al fin y al cabo, Moisés no hizo nada más que apuntar Cristo al dirigir a Israel como un pastor dirige a sus ovejas y el apóstol Pablo al predicar el evangelio a la iglesia en Tesalónica no hizo menos seguir esos mismos pasos de nuestro amado Carpintero.

Moisés y Pablo nos están llamando a ser como Cristo y ser como nuestro Señor es un camino de aflicción y sufrimiento pero es el camino que nos llevará al gozo y descanso de Dios—gozo y descansos que son eternos. Amén.

20.10.08

¿Todo tiene su final?

"Todo tiene su final. Nada dura para siempre. Tenemos que recordar que no existe eternidad..." Héctor Lavoe

"Todo lo hizo hermoso en su tiempo, y ha puesto eternidad en el corazón del hombre, sin que este alcance a comprender la obra hecha por Dios desde el principio hasta el fin." Eclesiastés 3:11

"Cualquier creación tiene un principio y un final a menos que su creador decida lo contrario." CSPellot

19.10.08

La luz de la luna


Estas memorias duelen, Señor,
mucho más que la agresión sobre la piel.
Conozco la diferencia entre lo material
y lo metafísico.
Sé de dolor y este pesa mucho.
Presiona de afuera hacia adentro
pero quiere hacer estallar mi corazón.
Es un maltrato inmaterial que deseo
atrapar entre mis manos para poder
controlarlo pero mi poder no es tanto.
Sáname, Señor.
Mucho el sol ha arrojado sus garras
sobre mí y necesito más la luz de la luna.
Sáname, Señor.
cspellot 2008