"'Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo; trátame como a uno de tus trabajadores.' Así que se puso en camino y regresó a la casa de su padre." Lucas 15:18-20
Una de las preguntas que me hago al leer este pasaje es, ¿Por qué este joven pensó que había pecado contra Dios ADEMÁS de su padre? La parábola del hijo perdido sólo presenta a tres personajes principales - el padre y sus dos hijos. A Dios, salvo en boca del hijo perdido, no se le menciona en toda la parábola.
Cuando tomamos en cuenta el contexto de los primeros versículos de la parábola del hijo perdido es fácil entender que en la cultura judía en la que Jesús narra esta historia la petición del hijo menor significaba una grave ofensa contra el padre. En primer lugar, el padre no había muerto. Las herencias eran 'heredadas' una vez el padre de familia había muerto. La petición del hijo menor arrogantemente rompía con las convenciones sociales de la época en cuanto al respeto por los padres y al patrimonio familiar. Convenciones que aún se observan hoy en muchas culturas. Además, el quinto mandamiento dice, "Honra a tu padre y a tu madre, para que vivas una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios." Esas convenciones sociales tienen su origen en la Ley de Dios. En segundo lugar, era el hijo mayor quien tenía derecho a la gran mayoría de la herencia del padre si no toda la herencia. Así que, en efecto, el padre toma de lo que es del hijo mayor para dárselo al menor. Eso explica en parte el gran malestar del hijo mayor con su hermano cuando este regresa.
"He pecado CONTRA DIOS y contra ti" es la expresión del hijo menor al regresar a la casa de su padre. Está muy consiente de ya no tiene patrimonio - ya no tiene un lugar al que llamar "mi casa" en virtud de que era parte de una familia acomodada. Todo eso lo ha perdido y reconoce que su proceder con su padre y toda su familia ha sido egoísta. Su egoísmo lo ha dejado en la ruina.
Este joven reconoce que sus actos tienen consecuencias más allá de sí mismo aquí en la tierra. Sus acciones tienen repercusiones celestiales también. Una versión bíblica rinde los versos de este modo, "Papá, he pecado contra el cielo y contra ti." Ese es un contraste demasiado fuerte con nuestra sociedad actual en donde pensamos que mis actos no tienen repercusiones más allá de mí mismo. El hijo perdido nos enseña no sólo acerca de las relaciones familiares o filiales sino que demuestra que estamos relacionados unos con otros aunque no tengamos relación filial alguna entre sí. El hijo perdido enseña que menospreciar nuestras relaciones humanas como si fuéramos "la última Coca-Cola en el desierto" es al fin de cuentas una gran ofensa contra Dios porque Dios es la fuente de toda relación humana. Y Dios nos ha dado estas relaciones humanas para que sean cultivadas no abusadas. El hijo perdido reconoce que su proceder no solamente ha quebrantado el honor de su padre terrenal sino que ha quebrantado el honor de quien es la fuente toda relación paternal en la tierra, el Padre celestial.
"He pecado CONTRA DIOS Y CONTRA TI." No estamos solos aunque lo parezca o aunque quisiéramos. Nos debemos no sólo a una familia, amigos o aún a desconocidos aquí en la tierra sino a una familia celestial también. Esa familia celestial conocida como la Santa Trinidad - el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo - dio paso a la encarnación de Jesucristo, la mayor expresión del amor de Dios hacia una creación perdida sin sentido de una verdadera relación con el prójimo.
En la encarnación de Jesucristo tenemos la restauración de toda relación humana por muy destructiva que nos pueda parecer. Padres e hijos son reconciliados gracias a este misterio de Dios hecho hombre. También esposo y esposa, hermano y hermana, amigo y amiga. Sin embargo, la encarnación de Jesucristo restaura la relación más importante, la del Padre con una humanidad rebelde. En Cristo, el Padre le abre sus brazos a todo el mundo y nos recibe como si nunca hubiéramos abandonado su casa.
El hijo perdido no merecía ser recibido por su padre luego de haberlo deshonrado de tal modo, pero el reconocimiento de que su pecado no sólo había sido contra su padre sino contra su PADRE le ganó doblemente el perdón - tanto el de su padre terrenal como el del celestial. Ese tipo de reconocimiento, CONTRA DIOS Y CONTRA TI, hace milagros en nuestras vidas si tan sólo estamos dispuestos a practicarlo. Dios nos mantiene así como sus herederos, parte de la familia con los privilegios y las responsabilidades, esto es, como hijos. En él nuestra identidad no está perdida.
cspellot2010