¡Qué será de Puerto Rico cuando llegue el temporal!
Santa María, líbranos de todo mal.
¡Ampáranos, Señora, de ese terrible animal!
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| Huracán Irma, septiembre de 2017 |
Querida Irma:
Primero lo primero. Nadie te invitó. No sé de dónde te vino la loca idea de que tenías las puertas abiertas por aquí. Pregúntale a cualquiera y te enterarás de que hasta tormenteras hemos puesto porque no queremos verte por estos Lares. Hemos cerrado las puertas con treinta mil candados y botamos las llaves. Pero ya que tú insistes en hacerte la sorda, es necesario que dejemos las cosas claras. Te respetamos. No te equivoques, Irmita, te respetamos mucho. Lo que no te tenemos es miedo. ¿Sabes por qué? Porque no eres la primera ni serás la última en creerse que tienes el derecho de abrir nuestras puertas sin permiso.
Está bien. Estamos de acuerdo en que es muy poco lo que podemos hacer para impedir tu llegada. Así es la cosa con entes como tú. Así que escúchalo bien. Aquí estábamos antes de que tú llegaras y aquí estaremos después de que tú te vayas.
¿Quieres doblegarnos con tus malditos vientos? Nuestros bosques y montañas, nuestras costas y palmeras los recibirán con los brazos abiertos. ¿Quieres ahogarnos con tu diluvio? Que tengas suerte con ello. Cuando te vayas, saldremos otra vez a nuestras calles para limpiarlas de tus escombros. Ayudaremos a nuestro vecino como siempre lo hemos hecho. Despojaremos a nuestras playas y bosques del espectro de tu vorágine. Se volverá a ver el verdor de nuestras montañas y repararemos nuestras casas porque queremos sus ventanas abiertas.
Habrás roto muchos troncos tras de ti. Te habrás llevado muchos techos, pero nuestro corazón taíno también te habrá mirado a los ojos diciéndote, “Mis manos recogen estos escombros, pero mi corazón antillano sigue erguido.”
Tíranos con tó’ lo que tengas. Tus vientos huracanados, tus aguas feroces y tus malas intenciones de partirnos por el medio. Nuevamente, suerte con ello. Te irás, Irmita, como se han ido todos los que quisieron amedrentarnos. Aquí nos quedaremos nosotros, bautizados una y mil veces en este Caribe de huracanes. Así que te vaya bien, querida Irma. Pronto saldrá el sol.
Con todo el respeto,
Borinquen Bella y sus Islas Hermanas Caribeñas
Primero lo primero. Nadie te invitó. No sé de dónde te vino la loca idea de que tenías las puertas abiertas por aquí. Pregúntale a cualquiera y te enterarás de que hasta tormenteras hemos puesto porque no queremos verte por estos Lares. Hemos cerrado las puertas con treinta mil candados y botamos las llaves. Pero ya que tú insistes en hacerte la sorda, es necesario que dejemos las cosas claras. Te respetamos. No te equivoques, Irmita, te respetamos mucho. Lo que no te tenemos es miedo. ¿Sabes por qué? Porque no eres la primera ni serás la última en creerse que tienes el derecho de abrir nuestras puertas sin permiso.
Está bien. Estamos de acuerdo en que es muy poco lo que podemos hacer para impedir tu llegada. Así es la cosa con entes como tú. Así que escúchalo bien. Aquí estábamos antes de que tú llegaras y aquí estaremos después de que tú te vayas.
¿Quieres doblegarnos con tus malditos vientos? Nuestros bosques y montañas, nuestras costas y palmeras los recibirán con los brazos abiertos. ¿Quieres ahogarnos con tu diluvio? Que tengas suerte con ello. Cuando te vayas, saldremos otra vez a nuestras calles para limpiarlas de tus escombros. Ayudaremos a nuestro vecino como siempre lo hemos hecho. Despojaremos a nuestras playas y bosques del espectro de tu vorágine. Se volverá a ver el verdor de nuestras montañas y repararemos nuestras casas porque queremos sus ventanas abiertas.
Habrás roto muchos troncos tras de ti. Te habrás llevado muchos techos, pero nuestro corazón taíno también te habrá mirado a los ojos diciéndote, “Mis manos recogen estos escombros, pero mi corazón antillano sigue erguido.”
Tíranos con tó’ lo que tengas. Tus vientos huracanados, tus aguas feroces y tus malas intenciones de partirnos por el medio. Nuevamente, suerte con ello. Te irás, Irmita, como se han ido todos los que quisieron amedrentarnos. Aquí nos quedaremos nosotros, bautizados una y mil veces en este Caribe de huracanes. Así que te vaya bien, querida Irma. Pronto saldrá el sol.
Con todo el respeto,
Borinquen Bella y sus Islas Hermanas Caribeñas
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| Turey el Taíno #2, 1989 Número publicado luego de que el Huracán Hugo pasara por Puerto Rico. |
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