28.8.04

Dos cuentos cortos

(Two short stories.)
1
José se detuvo para amarrar el cabete del zapato izquierdo de su hijo de cuatro años. Eñangotado mientras hacía el lazo, vio a una mujer sentada con un pequeño de cuatro meses en sus brazos. Se acercó a ella un hombre, se arrodilló poniendo suavemente sus manos sobre las rodillas de ella y la miró a los ojos. Su mirada le dijo muchas cosas que ella claramente entendió. Para el hombre sobraban las palabras, excepto dos. “Te amo”, le dijo el hombre a la mujer con el pequeño dormido entre sus brazos. El hombre besó al pequeño dormido en los brazos de su madre y le susurró, “Te amo”. Fue como un momento sin tiempo, lleno de luz sin sol.

“¿Papá?”, interrumpió el pequeño de cuatro años. José completó el lazo, levantó su mirada y le sonrió más con sus ojos que con sus labios para tratar de esconder las lágrimas, y siguieron su camino.
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2
Era temprano en la mañana.

Él estaba distraído mirando los árboles y las nubes mientras esperaba sentado en las escaleras. De repente fijó sus ojos en una pequeña ave de largo pico, veloces alas y gracioso vuelo. La pequeña ave se detenía frente a las flores de un cercano árbol y parecía besarlas.

Permaneció estático, pues pensó que al más mínimo movimiento, el ave de veloces alas y gracioso vuelo notaría su presencia y volaría lejos de allí. Para su sorpresa, el ave notó su inmóvil presencia y se acercó a él recelosamente, guardando algo de distancia por aquello de asegurar una huida exitosa en caso de algún movimiento en falso por parte del extraño.

Gracias al movimiento rápido de sus alas, mantenía su cuerpo erguido en el aire como si flotara y, zigzagueando, observó por un breve instante aquella figura y pensó:

- ¡Qué cosa más extraña!

El hombre había guardado la misma posición desde el momento en que miró al ave y sólo con el movimiento de sus ojos podía seguirla. Cuando el ave de veloces alas y gracioso vuelo salió del alcance de su vista, el hombre decidió mover su cabeza para continuar viéndola. En ese preciso instante, ella se alejó tan rápido como pudo para refugiarse entre las ramas de otro árbol cercano. El hombre pensó:

- ¡Qué cosa más extraña!

Y continuó disfrutando del resto del panorama hasta que lo vinieron a buscar.
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