17.3.08

Humillación y humildad llevan a la exaltación y gloria

Domingo de Ramos 2008

Recuerdo que para los años ochenta llegó a las salas de cine la película E.T. o el Extra-Terrestre. Esa película trataba obviamente de un ser extraterrestre que fue dejado atrás en la tierra por sus compañeros extraterrestres tras una visita a la tierra. La película es aún hoy día muy famosa ya que no solamente el personaje E.T. es un personaje al que no era difícil tenerle cariño sino que hay una frase por la que el personaje y la película son muy recordados. Esa frase es, “E.T. phone home!” (E.T. llamar a casa.)

Lo interesante de esa película es que el extraterrestre a pesar de haberse quedado en la tierra continuó siendo un extraterrestre. Su aspecto físico no cambió, su corazón no cambió y a fin de cuentas su propósito era reunirse con los suyos, no quedarse en la tierra ya que él ni pertenecía a esta y mucho menos se sentía parte de ella. El lugar que él consideraba casa no era el lugar que nosotros consideramos casa. Su casa según la película da a entender era un planeta en alguna galaxia lejana y al final de la película los extraterrestres regresan para recoger a E.T. y llevarlo a casa porque la tierra no era el lugar donde él pertenecía. E.T. fue de principio a fin un extraterrestre.

Hoy es Domingo de Ramos, el 6to domingo de Cuaresma. Hoy comienza la Semana Santa para la Iglesia Cristiana en todo el mundo. Durante los próximos seis días incluyendo el día de hoy la iglesia de Cristo recuerda vívidamente la pasión, muerte y victoria sobre la muerte de Cristo Jesús nuestro Señor. Las últimas cinco semanas han servido para prepararnos para los eventos de esta semana.

Si la Semana Santa fuera una película (y por cierto muchos de nosotros podemos recordar año tras año durante nuestra niñez la cantidad de películas religiosas que se transmitían por la tele durante la Semana Santa) el personaje principal sería sin duda alguna Jesucristo.

Jesucristo, así como E.T., fue un ser extraterrestre. El existió mucho antes de la creación en un lugar muy distinto al nuestro que podríamos llamar el “planeta cielo”. Pero a diferencia de E.T., Cristo no solamente vino voluntariamente a la tierra sino que se quedó voluntariamente en la tierra por treinta y tres años. Lo asombroso de Cristo no es que haya venido a la tierra y haya vivido en la tierra por una cantidad relativamente larga de tiempo. Lo asombroso de Cristo radica en que él haya venido a la tierra como uno de nosotros.

En la película, como película al fin, E.T. no tiene ninguna otra opción sino la de ser un extraterrestre de principio a fin. Llegó como extraterrestre a la tierra. E.T. no se convirtió en uno de nosotros. E.T. fue un extraño en una tierra extraña y como extraterrestre se fue de esta tierra al final de la película. Cristo se hizo semejante a nosotros e hizo de esta tierra, que resultaría muy extraña para un ser divino, su casa. La película de E.T. no nos dice cuál fue la misión del extraterrestre más allá de hacer contacto con los terrícolas. Sin duda alguna, E.T. es una historia de ficción muy entretenida que demuestra nuestra fascinación con la vida extraterrestre.

Ahora, ¿qué puede haber en un ser extraterrestre para dejar su vida extraterrestre y convertirse en terrestre? ¿Qué motivos pueden existir en lo íntimo de ese ser para dejar la comodidad y seguridad de una existencia ajena a todo lo terrenal y entrar en un terreno de juego totalmente hostil y contrario a su intervención a favor nuestro? Esas razones, y por cierto razones muy reales a diferencia de la película del Extraterrestre, que trajeron a Cristo a nuestra tierra son obvias. Esas razones somos tú y yo. Nosotros los terrícolas por causa de nuestro pecado hicimos que Dios el Padre enviara a su hijo, sin pecado, para que fuésemos hechos inocentes. Como dice la Biblia en 1ra de Corintios, “Cristo no cometió pecado alguno; pero por causa nuestra, Dios lo trato como al pecado mismo, para así, por medio de Cristo, librarnos de culpa.”

El acto de hacerse humano, como uno de nosotros, fue un acto de gran humildad y soberana humillación para Cristo. Hoy, esa humildad es la que está reflejada en la entrada de Cristo a Jerusalén cuando él monta un asno sin gracia alguna y entra siendo proclamado rey por boca de los judíos. Un asno sin velocidad y sin altura a diferencia de un caballo que seria un animal más apropiado para un evento como la entrada de un rey a su ciudad.

La epístola de San Pablo a los Filipenses explica la manera de pensar de Cristo al hacerse hombre. Dice San Pablo en el capítulo dos de su carta a la iglesia en Filipos que “aunque Cristo era de naturaleza divina, [él] no insistió en ser igual a Dios, sino que hizo a un lado lo que le era propio y tomando naturaleza de siervo nació como hombre.” ¿Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a echar de un lado lo que nos es propio para convertirnos en algo que no somos? Más aún, ¿cuántos de nosotros haríamos eso por otros? ¿Dejar lo que nos pertenece y asumir lo que nos es totalmente “desconocido” en bienestar de otros? Ese es el corazón de la humildad.

La humildad es uno de los frutos del Espíritu Santo. Hay varias definiciones que se pueden dar de este fruto del Espíritu. Entre ellas podemos decir que la humildad es “una cualidad por la que una persona considerando sus defectos tiene una modesta opinión de sí misma, y se somete voluntariamente a Dios y a los demás por Dios.” Otra definición dice que la humildad es "una virtud por la que un hombre, conociéndose a sí mismo como realmente es, se rebaja". Y aún otra dice que "la virtud de la humildad consiste en mantenerse dentro de los propios límites sometiéndose a la autoridad superior sin intentar alcanzar aquello que está por encima de uno."

Al leer escuchar estas definiciones, ¿acaso no describen completamente lo que Cristo hizo por nosotros? Y si describen lo que Cristo hizo por nosotros, ¿no será que acaso están describiendo a Cristo mismo? San Pablo continúa diciéndoles a los filipenses que Cristo, “al presentarse como hombre se humilló a sí mismo, y por obediencia fue a la muerte, a la vergonzosa muerte en la cruz.” Cristo asumió una posición inferior a su suya y se sometió obedientemente por amor a los suyos, quienes debían ser los sometidos y humillados.

Esta Semana Santa comienza mostrándonos la humildad de Cristo en su entrada a Jerusalén y su humillación en la manera de su muerte en la cruz. Y comienza con esto para que sepamos que es en la humildad en donde seremos exaltados. Y que es cuando nos humillamos que Dios nos levanta.

San Pablo describe el resultado de la humillación de Cristo con estas palabras, “Por eso Dios le dio el más alto honor y el más excelente de todos los nombres para que al nombre de Jesús, doblen la rodilla todos los que están en los cielos y en la tierra, y debajo de la tierra, y todos reconozcan que Jesucristo es el Señor, para honra de Dios Padre.”

Cristo hizo por nosotros en un estado de completa humildad y humillación el más grande regalo que Dios puede otorgar a los hombres, la reconciliación con él. Esta Santa Semana comienza llevándonos al corazón del evento más grande en la historia de la humanidad, la redención de Jesucristo a favor de los hombres. Para lograrlo, Cristo vino y se hizo como uno de nosotros, vulnerable y humilde, para que nosotros pudiéramos acercarnos a Dios. Su resultado fue glorioso y gracias a él el nuestro también. Por eso nuestras rodillas se doblan ante él. Si imitamos a Cristo en su humillación y humildad ante los hombres Cristo también nos exaltará con él.

Hoy en el comienzo de esta semana, no permitamos que los eventos que ocurrieron en beneficio nuestro hace mucho pasen desapercibidos. Contemplemos y meditemos en lo que Cristo ha hecho por su gran amor hacia nosotros. Humillémonos delante de él reconociendo que nuestra redención viene de él porque él es el Señor. Así como Cristo se humilló y fue exaltado, en nuestra humillación y humildad ante Cristo estará también nuestra exaltación y gloria. Amén.

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