11.3.08

Venciendo la tentación

1er domingo de Cuaresma 2008

“Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron.” Romanos 5:12

El apóstol Pablo nos habla en su carta a los romanos de Adán y de Cristo, del primer Adán y el segundo Adán. Pablo habla de la transgresión de Adán. Adán quebrantó el mandato de Dios y por su culpa entró el pecado al mundo. Una sola transgresión trajo como consecuencia la muerte para toda la humanidad. Un solo acto cometido por un solo hombre se convirtió en la muerte de todos. La Biblia dice que al Adán pecar, todos pecaron ya que todos descendemos de él.

Sin embargo, Pablo también dice que así como el solo acto de un hombre trajo como consecuencia la muerte de todos, el acto de otro hombre trajo como consecuencia la gracia de Dios. Así como Dios nos dio un primer Adán cuya desobediencia nos separó de él, ese mismo Dios también nos proveyó de un segundo Adán para que pudiéramos vivir y acercarnos nuevamente a él. Pablo dice que el primer Adán nos ganó la muerte, pero que el segundo Adán nos ganó la vida. Lo que el primer Adán no pudo lograr gracias a su desobediencia, el segundo Adán lo pudo lograr porque se sometió a la obediencia.

El primer Adán provocó una multitud de transgresiones, pero el segundo Adán obtuvo el perdón para esa multitud de transgresiones. La palabra de Dios nos está diciendo que de la mano de un hombre vinieron todos los males que nos rodean y que tienen como consecuencia la muerte no sólo física sino también espiritual del hombre, pero que de la mano de otro hombre vino el perdón de Dios para los mortales.

El contraste no puede ser más claro: el primer Adán es igual a muerte y el segundo Adán es igual a vida.

La primera lectura del día nos revela cómo fue que llegamos a los resultados provocados por Adán. De todas la historias del Antiguo Testamento, quizás la más famosa es la historia de Adán y Eva en el jardín del Edén.

Dios no solo les da una casa a Adán y a Eva sino que también les da con ella todo lo que necesitan para comer. Adán y Eva tienen albergue y tienen comida. Las dos necesidades básicas del hombre Dios las proveyó al poner a Adán y a Eva en el jardín del Edén. Adán y Eva no tenían escasez de nada. A pesar de eso, Dios les había dado solamente una exigencia, no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Todo árbol del huerto estaba a su disposición excepto el árbol del conocimiento del bien y del mal.

Es en ese momento que entra en escena un personaje real que intenta subvertir lo que Dios a hecho en su creación. La lectura de Génesis se refiere a ese personaje como la serpiente que es nadie más ni nadie menos que Satanás.

Dado el papel que jugó Satanás en la historia de la creación y a juzgar por los resultados en realidad no sería muy difícil creer en su existencia. De todos modos, hay personas que lo consideran un gran mito de la religión cristiana. El escritor CS Lewis abre la introducción de su libro Cartas a un demonio novato con las siguientes palabras,

“Hay dos errores iguales y opuestos en los que podemos caer en cuanto a los demonios. Uno consiste en no creer absolutamente en su existencia. El otro es creer, y sentir un excesivo y nocivo interés en ellos. Los demonios se placen de ambos errores y alaban al materialista y al mago con el mismo deleite.”

Un poco después Lewis continúa diciendo,

“Se les advierte a los lectores que recuerden que el diablo es un mentiroso.”

El encuentro entre la serpiente y Adán y Eva es un encuentro en el que una mentira sirvió para que el primer hombre y la primera mujer fueran separados de Dios. Adán y Eva fueron tentados por la serpiente a desobedecer a Dios y la serpiente triunfó en esa tentación. En pocas palabras nuestra primera lectura cuenta la desobediencia de Adán y Eva y sus lamentables consecuencias: la pérdida de paz, inocencia e integridad mental, y la ganancia de una existencia mortal dolorosa y pesada.*

Una tentación no resistida ha tenido sus consecuencias hasta nuestros días. Y hoy día los hombres siguen siendo tentados y siguen cayendo ante la tentación. Pero, ¿qué es la tentación? La tentación tiene dos significados generales, uno es el de poner a prueba a alguien. Los fariseos pusieron continuamente a prueba a Jesús en los evangelios. Mateo 16:1 dice que “los fariseos y los saduceos fueron a ver a Jesús, para tenderle una trampa, le pidieron que hiera alguna señal milagrosa que probara que él venía de parte de Dios. Dios puso a prueba a Abraham cuando le pidió que sacrificara a Isaac.

La tentación también quiere decir una provocación a pecar, a hacer lo malo delante de Dios, a desobedecerlo concientemente y sin medir las consecuencias. Esa es la perfecta descripción de lo que hizo Adán en el jardín del Edén. Adán prefirió arrojarse en sus propios brazos antes que continuar en los brazos de Dios. Adán prefirió confiar en su propia autonomía e independencia antes que depender enteramente de Dios.

Adán y Eva eran libres, pero su libertad estaba condicionada por una restricción de parte de Dios. O sea, para Adán y Eva la libertad consistía en no hacer aquello que Dios les había dicho que no hicieran y mientras no lo hicieran continuarían siendo libres. Claro, lo que llamamos libertad hoy día es algo muy distinto a los parámetros establecidos por Dios en el jardín del Edén. Para Dios la libertad de Adán y Eva radicaba en no hacer, pero a partir de Adán nuestra “libertad” se convirtió en hacer todo aquello que entendamos que debemos hacer simplemente porque lo podemos hacer. En realidad pensamos y creemos que tener libertad es poder hacer lo que queramos cuando y donde se nos antoje, pero la libertad de Adán y Eva antes de su caída consistía en su obediencia a Dios. Era esa obediencia la que permitía la completa libertad que disfrutaban en el jardín del Edén, pero cuando llegó la tentación ellos no resistieron.

Lo que nos lleva a otra pregunta, ¿cómo se resiste la tentación? La mejor ilustración de cómo resistir la tentación la hallamos en la lectura del evangelio para hoy. Pero antes de compartir con ustedes lo que Cristo, el segundo Adán, nos enseña en el evangelio, quiero interpolar aquí las palabras de Santiago respecto de resistir la tentación,

“Dichoso el hombre que soporta la prueba con fortaleza, porque al salir aprobado recibirá como premio la vida, que es la corona que Dios ha prometido a los que le aman.” Stgo. 1:12

Ya hemos dicho que Adán fracasó al ser confrontado con la tentación y que las consecuencias de su fracaso las vivimos hoy día. En realidad, no resistir la tentación es algo terrible. No es lo mismo hablar de resistirse a comer una barra de chocolate que resistir quedarnos con los $20 que se le cayeron a la persona que estaba haciendo la fila en frente de nosotros en el supermercado y que no se dio cuenta de que se le cayeron. No es lo mismo resistirse a divulgar el secreto de la fiesta de cumpleaños que nos pidieron que guardáramos a resistirse a mentir cuando no tenemos ninguna excusa para haber llegado tarde a trabajar. Las tentaciones llegan a nosotros continuamente y con mucha facilidad. Satanás quiere que los hijos de luz, nosotros, nos convirtamos en hijos de la oscuridad. Por eso usará cada artimaña—y su favorita es la tentación—para esclavizarnos.

En el evangelio que leímos hace unos minutos atrás, Cristo se encontró en la misma situación que Adán. Claro, hay algunas diferencias. Adán fue tentado en un verdoso jardín con un clima agradable, en el que el sol no lo maltrataba ni a él ni a Eva. ¿En dónde fue tentado Cristo? En un desierto. Con excepción del árbol del conocimiento del bien y del mal, Adán tenía todo fruto del huerto a su disposición para alimentarse cuando quisiera. Cristo se encontraba ayunando por cuarenta días cuando fue tentado. Tenía mas hambre de la que nosotros jamás podremos experimentar.

El legado de Adán, a pesar de que se originó en un jardín frondoso, fue el desierto espiritual de nuestras vidas. Ese desierto espiritual fue lo que Cristo vino a revocar. No en balde la tentación de Jesucristo ocurre literalmente en un desierto. Cristo al ser llevado por el Espíritu al desierto, se confronta con la realidad espiritual de una humanidad alejada de Dios. Tan alejada que requeriría que Dios mismo bajara del cielo para restaurarnos a una vida espiritual fructífera.

Así como Satanás tentó y tuvo éxito ante el primer Adán, el procuró tener éxito ante el segundo Adán, Cristo. Aquí cabe recordar nuevamente las palabras de CS Lewis,

“Hay dos errores iguales y opuestos en los que podemos caer en cuanto a los demonios. Uno consiste en no creer absolutamente en su existencia. El otro es creer, y sentir un excesivo y nocivo interés en ellos. Los demonios se placen de ambos errores y alaban al materialista y al mago con el mismo deleite.”

Satanás es un ser real enfrascado en una batalla mortal contra Dios y todos aquellos que lo aman. No solo es Satanás un ser real sino que las tentaciones que él le trajo a Cristo fueron muy reales también.

Satanás procuró que Cristo comiera en un momento de gran hambre física. Cristo le respondió que hay un hambre más importante que el hambre física. Esa hambre espiritual se satisface con la palabra de Dios.

En su segunda tentación, Satanás tentó a Cristo a demostrar que él era verdaderamente el hijo de Dios con un milagro. Satanás atacó directamente la identidad de Cristo como hijo de Dios pidiéndole que hiciera un truco de magia para comprobarlo. Tal es la astucia de Satanás que tuvo éxito con Adán al lograr que él pensara que su identidad cambiaría y sería como Dios. El se vale de esa misma astucia hoy día para engañar a los hijos de Dios y continúa haciéndonos creer que aún seremos como Dios. Nuestra verdadera identidad como nuestra vida está escondida en Cristo y fuera de él nadie somos.

Cristo, el segundo Adán, supo tomar esa segunda tentación por lo que era, un engaño más para frustrar el plan de Dios de redimir al mundo. A esa segunda tentación Jesús respondió no tentando a Dios.

La tercera tentación de Jesucristo tuvo que ver con el asunto de la adoración. Satanás es un ser que desde su caída siempre ha procurado apoderarse de la adoración que solo a Dios le corresponde. Dios es el único que merece adoración y todo lo que no es él debe adorarlo. La creación lo adora. La Biblia dice en un salmo que los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Los ángeles lo adoran. Toda la humanidad debe adorarlo, pero no toda la humanidad lo hace porque gran parte ha sucumbido a la tentación de adorar a otros dioses incluyendo a Satanás.

Cristo rechazó esa terrible tentación de sustituir la adoración del único Dios verdadero por la de un dios falso. Las palabras de Jesús son las más indicadas para este 1er domingo de Cuaresma,

“Vete Satanás.” Mateo 4:10

Nuestra renuncia al diablo es a la misma vez el reconocimiento de que él no es Dios. Por lo tanto, al renunciar a Satanás estamos reconociendo que Dios es otro aparte de el y ese otro es quien merece nuestra adoración. Esta Cuaresma, como todas las Cuaresmas de años anteriores, nos hace un llamado a renunciar a nuestro enemigo y a adorar a quien confesamos como nuestro Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

“Adora al Señor tu Dios, y sírvele sólo a él.” Mateo 4:10

El primer Adán desobedeció. El segundo Adán, Cristo, no. En las palabras de Pablo,

“Porque así como por la desobediencia de uno solo muchos fueron constituidos pecadores, también por la obediencia de uno solo muchos serán constituidos justos.” Romanos 5:19

Amén.

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